El ministro de Economía, Luis «Toto» Caputo, ya cuenta con la aprobación política del Fondo Monetario Internacional (FMI) para continuar con su plan sin objeciones hasta octubre. Así lo demuestra la postura adoptada por Kristalina Georgieva, la titular del organismo, quien instruyó a Bikas Joshi —el enviado del FMI a la Argentina— para que recopile información, formule preguntas y transmita advertencias, pero sin emitir críticas formales ni provocar tensiones durante su misión en Buenos Aires.
Según el diario Clarín, Washington tomó una decisión estratégica: no se solicitarán ajustes ni se cuestionarán desvíos del acuerdo económico vigente hasta que pasen las elecciones. Este respaldo tácito busca garantizar que Caputo pueda sortear la inestabilidad económica y Milei logre llegar fortalecido a la contienda electoral de octubre.
De esta manera, el Fondo aplica un enfoque permisivo similar al que el árbitro Francisco Lamolina utilizaba en el fútbol argentino: «siga, siga». Este guiño político también remite al rol que jugó Donald Trump en 2018, cuando forzó un acuerdo del FMI para sostener al entonces presidente Mauricio Macri. En este contexto, Milei ha adoptado una política exterior errática con un objetivo muy definido: acercarse lo más posible al expresidente estadounidense y reeditar unas nuevas “relaciones carnales”.
El objetivo a mediano plazo, apoyado por Estados Unidos, es que Milei avance —una vez reelecto— con transformaciones de fondo, como la reforma laboral y una polémica reforma previsional que incluiría elevar la edad jubilatoria en cinco años.
Por el momento, el plan electoral se apoya en una estrategia clara: mantener a raya la inflación. Para lograrlo, se están interviniendo tres precios clave en la economía: se retrasa el tipo de cambio, se contienen los salarios y se limitan los aumentos tarifarios.
Durante su paso por Buenos Aires, Joshi mantuvo reuniones con Caputo y con el presidente del Banco Central, Santiago Bausili. Uno de los aspectos que más preocupó al funcionario del FMI fue el marcado desequilibrio en el frente externo, evidenciado en el creciente déficit de cuenta corriente, comercio y turismo.
Para los técnicos del Fondo —y para Joshi en particular— la raíz del problema está clara: “el dólar está atrasado”. Según estimaciones internas del organismo, encabezadas por Luis Cubeddu, el tipo de cambio real de equilibrio debería ubicarse alrededor de los $1.300, mientras que Milei insiste con mantenerlo cerca de los $1.000. Esta diferencia ha generado roces entre el Presidente y su ministro, quien ni siquiera ha logrado perforar la barrera de los $1.100.
Joshi también conversó con economistas y consultores políticos locales en encuentros confidenciales. Se trató de referentes con buena llegada al Fondo pero enfrentados a Milei, quien suele calificarlos como “mandriles” o “econochantas” y descalificarlos con frases como “la tienen adentro”, según se comenta en Olivos.
Otra inquietud que llevó Joshi de regreso a Washington es la posibilidad de un repunte electoral del peronismo en la provincia de Buenos Aires. La jefatura del Fondo sigue de cerca ese escenario.
En paralelo, Caputo le anticipó en secreto al emisario que el Tesoro planea iniciar la compra de divisas en el mercado en el corto plazo. Esta información ya circula entre sectores del agro y empresas exportadoras.
Sin embargo, la última semana no fue favorable para Caputo. Primero, la calificadora Morgan Stanley decidió no mejorar la nota crediticia de Argentina. Luego, Pablo Quirno —secretario de Finanzas— tuvo que salir a dar explicaciones tras una floja licitación de deuda, que obligó al Tesoro a pagar intereses muy altos por una baja renovación de vencimientos.
A esto se sumó el pésimo dato del frente externo, justo mientras el FMI revisaba los desequilibrios del mercado cambiario. A pesar de una liquidación récord del agro, el resultado neto de divisas entre abril y junio habría sido negativo. En mayo, por primera vez desde que Milei asumió, las exportaciones cayeron. En tanto, se anticipa que julio traerá un fuerte drenaje de dólares por turismo al exterior, lo que impactará negativamente sobre las reservas netas.
El contexto social también muestra señales preocupantes: el desempleo subió al 10% en el Conurbano bonaerense y la recuperación del consumo está estancada. En una reciente reunión de la UIA, encabezada por Martín Rappallini, los líderes industriales coincidieron en que la reactivación todavía no se percibe. Empresarios como Alberto Sellaro (calzado), Claudio Drescher (indumentaria) y Luis Tendlarz (textil) fueron los más pesimistas y estimaron que podría haber hasta 5.000 despidos mensuales de aquí a fin de año. Incluso representantes del sector alimenticio, como Cecilia Rena y Martín Cabrales, se sumaron a las advertencias sobre la crítica situación de ventas.
Frente a este panorama, los gobernadores provinciales lanzaron su ofensiva: impulsan una ley para retener parte de los fondos coparticipables, una clara señal de tensión hacia el Gobierno. Martín Llaryora fue tajante: “Milei dice bravuconadas, pero el ajuste lo hicimos nosotros”. Rogelio Frigerio coincidió. Maxi Pullaro reclamó que no se aumenten las retenciones al agro.
El Presidente será recibido por la Mesa de Enlace en la tradicional muestra de la Sociedad Rural. Allí, Nicolás Pino, su interlocutor preferido, le transmitirá el malestar que existe entre los productores.
Al mismo tiempo, crecen las críticas hacia el rol de Caputo, acusado de aplicar ajustes en las provincias mientras mantiene altos niveles de gasto en la SIDE. Juan Pazo, titular del ARCA, ha sido desplazado políticamente, y la atención se centra en su vínculo con Leonardo Scatturice, un exagente de inteligencia devenido empresario y allegado al círculo de Santiago Caputo.
En el plano político, Karina Milei negocia con Cristian Ritondo la integración del PRO al armado oficialista. Aunque Ritondo enfrenta resistencia interna, aspira a controlar la SIDE, una jugada que contaría con el aval del «Jefe», como se conoce a Santiago Caputo. Karina, sin embargo, intenta debilitar la estructura de poder de su primo Santiago, apuntando contra ministros como Mario Lugones, Luis Petri y el canciller Gerardo Werthein.
Desde su entorno, Karina repite una frase lapidaria sobre el PRO: “Voy a dejarlo como una cáscara vacía”. Mauricio Macri, aunque escéptico, cree que aún puede sacar provecho de esta alianza. En tanto, los armadores del kirchnerismo comienzan a delinear candidaturas bajo la mirada vigilante —y a distancia— de Cristina Kirchner, cuyo deseo inconfeso es reencauzar el rumbo político de su hijo Máximo.